La cuenta atrás para poner en marcha un sistema de retorno de envases en España ha comenzado con el compromiso de distribución e industria. EFEVerde publica un artículo de Ignacio García Magarzo, director general de ASEDAS, en el que explica las peculiaridades de nuestro mercado y las necesidades para crear lo que, probablemente, será el mayor sistema de SDDR del mundo. VER AQUÍ
España es un gran país productor y exportador de alimentos, es el segundo país más visitado del mundo en términos de turismo internacional y su modelo de distribución alimentaria se encuentra en el Top 5 de los más eficientes de Europa. Este trinomio condiciona el diseño del futuro sistema de depósito, devolución y retorno para España en el que las asociaciones que agrupan a los fabricantes de bebidas y a la distribución de alimentación están trabajando para cumplir las obligaciones que las normas comunitarias y nacionales han fijado para los próximos años.
La voluntad expresada por industria y distribución es construir el mejor modelo de SDDR, que tiene que ser simple, eficiente y flexible. Nos enfrentamos a un cambio disruptivo en la recogida y el tratamiento de los envases en España y, para afrontarlo, es necesario partir de un análisis de las peculiaridades de nuestro país, porque el SDDR español va a ser con casi total seguridad uno de los más grandes de Europa, tanto en términos de número de envases en circulación como de implantación en pueblos y ciudades.
Las particularidades sociales y territoriales de nuestro país nada tienen que ver con otros países que, tradicionalmente, se han presentado como modelos a seguir. Aunque el ejemplo de los sistemas de SDDR implantados ya en varios países europeos nos sirven de inspiración y aprendizaje, la idiosincrasia de España nos invita a partir de una hoja en blanco. Lo que vamos a escribir en ella surge de la necesidad de garantizar las enormes ventajas que hoy tiene el consumidor español cuando compra alimentación. Estas se refieren a la capacidad de elegir entre varios supermercados y otros formatos, la competitividad en precios, la variedad de productos y el acceso desde cualquier lugar en que se viva.
Por ello, una de las cuestiones que tenemos que abordar es la flexibilidad. El sistema tendrá que adaptarse a los distintos tipos de tiendas o puntos de recogida, tendrá que incorporar diversas tecnologías y deberá tener en cuenta una variedad muy importante de tipos de consumidor, lugares de compra y lugares y momentos de consumo.
En nuestra “hoja en blanco” debemos reflejar, además, otras dos cuestiones importantes. Una de ellas se refiere a la preocupación por el consumidor. Tenemos el reto de responder a sus necesidades y a sus expectativas y esto solo lo conseguiremos con un sistema fácil de utilizar, con normas comprensibles y adaptado a su estilo de vida. Las campañas de comunicación serán claves para ayudar a un cambio de hábitos que incremente los índices de recogida y reciclaje. Lo contrario nos podría enfrentar al riesgo cierto de reducir dichos índices en un efecto contrario a lo que pretende el SDDR.
En línea con esto último, el otro reto es potenciar la circularidad de los envases. Asegurarnos de que las botellas o las latas que se recojan terminen, verdaderamente, siendo otras botellas, otras latas u otros objetos cualquiera. El aprovechamiento del material es el objetivo último del sistema de SDDR y ello, no lo olvidemos, requiere de una infraestructura industrial que incluye otros actores y operadores más allá de fabricantes y comercializadores. La complejidad técnica y económica es, así pues, máxima, especialmente en un país tan grande y con una geografía física y política tan compleja como es España.
El desafío está sobre la mesa y ha sido aceptado. El primer paso ya se ha dado con la creación de una asociación en la que participan la industria y la distribución y que operará bajo la dirección técnica de AECOC. Juntos trabajaremos para construir el mejor y más eficiente sistema de SDDR, del que todos nos sentiremos orgullosos en el futuro.