El Anuario Frutas y Hortalizas 2026 de FRS recoge un artículo de Felipe Medina, secretario general técnico de ASEDAS. Bajo el título «Un crecimiento compartido desde la confianza y la colaboración» profundiza en las relaciones en la cadena de valor agroalimentaria. Puedes ver AQUÍ el artículo completo.
El supermercado y el autoservicio, los formatos que representan la distribución de alimentación de proximidad, son los preferidos por los consumidores porque les ofrecen la posibilidad de hacer una compra completa, variada, de calidad, segura y a precios competitivos muy cerca de sus casas. Esta relación de cercanía explica el éxito del crecimiento de estas tiendas, que solo desde el año 2020, han pasado de 24.038 a 24.857 en 2024; si echamos la vista una década más atrás, encontramos que el número de este tipo de establecimientos en 2014 era de 20.911.
Una de las fortalezas de estos formatos es la posibilidad que ofrecen de “hacer una compra completa”. Es decir, en ellos se encuentra, junto con una variedad de productos secos y elaborados, una amplia gama de productos frescos – frutas y hortalizas, carne y pescado- que, en muchas ocasiones, se convierten en el factor diferenciador de cara al consumidor. El tratamiento del producto fresco conecta con la vocación de los tenderos que se encuentran en el origen de la gran mayoría de las empresas de supermercados y autoservicios de nuestro país. Y conecta también con la producción primaria.
Crecer en número de tiendas implica la necesidad de incrementar el número de proveedores con capacidad para responder a la demanda creciente. Tenemos que recordar que la población en España se ha incrementado en 2 millones de personas desde el año 2022, por lo que la tarea de alimentar al país requiere de una estructura de producción y distribución sólida y adaptada a las necesidades de consumo tanto en cuanto a volumen como en cuanto a las tendencias cambiantes de la demanda. *
Una de las grandes ventajas que permite asumir este compromiso es la profesionalización del sector de la distribución alimentaria que se ha producido en los últimos 25 años. La innovación logística y el profundo conocimiento del consumidor han posibilitado asumir los cambios en el consumo -incluyendo momentos traumáticos como los que vivimos durante la pandemia- y evolucionar hasta un modelo de distribución de proximidad que se cuenta entre los más eficientes de nuestro entorno.
En este apasionante viaje que pivota en torno al consumidor, uno de los elementos fundamentales ha sido la mejora en la relación entre distribución y producción alimentaria para servir mejor al consumidor. En el segmento de las frutas y hortalizas, algo más del 47 por ciento de la comercialización de estos productos tiene lugar en los supermercados y autoservicios y, en ellos, el 90 por ciento es de origen nacional. A lo largo de los años, se ha sabido crear una relación de colaboración en el trabajo conjunto, se ha aprendido a confiar los unos en los otros como especialistas cada uno en su campo -los distribuidores en la demanda del consumidor y los proveedores en la manera de cultivar los productos de máxima calidad- y, finalmente, en la toma de conciencia de que formamos parte de un proyecto común.
Mención aparte merece el papel de la distribución mayorista en la difusión de la producción hortofrutícola. En un país que cada año recibe casi el doble de visitantes que de habitantes -y que ha hecho bandera de la excelencia de sus productos hortofrutícolas-, los mayoristas cumplen una función también fundamental en la prestación de servicios a hoteles y restaurantes a la hora de asegurar una conexión de calidad, variedad y precio competitivo entre ellos y los proveedores.
Pensar en el consumidor y en lo que éste necesita nos hace, como eslabones de la misma cadena agroalimentaria, ser conscientes también de los problemas a los que nos enfrentamos. En estos momentos, la incertidumbre que pesa sobre los mercados internacionales -que es un nuevo desafío y un factor desestabilizador por la variedad de productos que pueden verse afectados- requiere, una vez más, actuar con responsabilidad para mitigar lo más posible en el consumidor los efectos que pudieran derivarse. A esto también hemos aprendido a lo largo de crisis como la pandemia y las catástrofes naturales de la tormenta Filomena, el volcán de La Palma o la DANA de Valencia: la colaboración y la unidad de acción como las mejores fórmulas para proteger el consumo.
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